Alfred Jarry
Un laboratorio-palomar de paredes torcidas. Todo está hecho de engranajes inútiles y tazas con vino y tinta mezcladas. Un revólver cuelga del techo como una lámpara. Hay bicicletas sin ruedas. En el centro, Jarry, de pie sobre un taburete inestable, con los brazos cruzados y un catalejo apuntando a su nuca.
Émile Duret: Señor Jarry, ¿está usted… disponible?
Jarry: La disponibilidad es una superstición de los relojeros. Pregúnteme antes de que explote el universo.
Duret: Gracias por su tiempo. O lo que sea que haya en su lugar. Vengo a hablar de Ubú. ¿Quién es realmente ese personaje?
Jarry: Ubú soy yo cuando tengo hambre, usted cuando miente, el rey cuando firma decretos, el pueblo cuando aplaude a un cerdo con corona. Es la idiotez entronizada, el vientre legislando, el crimen sin culpa. Es la caricatura final del poder… y no por eso menos real.
Duret: Su obra fue rechazada, insultada, escupida… y celebrada después por las vanguardias. ¿Lo esperaba?
Jarry: Solo un imbécil espera comprensión. Yo no escribo para los elogios sino para las convulsiones. El arte es dinamita disfrazada de teatro. Si no hay gritos, no hay poesía.
Duret: ¿Qué es la patafísica?
Jarry: La ciencia de las soluciones imaginarias. La lógica del delirio, la excepción como regla, la paradoja como método. Es lo que hay entre el número 1 y el número 2. Es el alma del ridículo elevada a sistema. Es el universo en calzones largos.
Duret: ¿Cómo es su visión de la humanidad?
Jarry: Como una función que no converge. Como un baile de intestinos vestidos de etiqueta. Pero también como una fuente de risas sinceras. El hombre es ridículo, luego existe.
Duret: ¿La literatura debe tener un sentido?
Jarry: ¡Por supuesto! Pero solo si es un sentido que lleva al abismo. Si no, es publicidad.
Duret: Ubú es un espejo deformante, que no miente porque exagera. Cuando reís de Ubú, reís de vuestro reflejo tragando oro y gritando “¡MERDRE!” ¿Advertencia? ¡Es un himno nacional del espíritu bufonesco!
Jarry: ¿Cuál es el límite entre la gravedad y la broma?
Duret: La gravedad es una broma que aún no hemos entendido. Y ahora si me disculpa, tengo que ir a desayunar con mi revólver y una ecuación.
El laboratorio ha desaparecido. En su lugar, queda la rueda de una bicicleta invertida girando lentamente, sin nadie que la monte. En una hoja manchada de absenta se lee una fórmula incomprensible. Es posible que contenga la risa final del universo, o simplemente la palabra “MERDRE”, escrita cien veces.
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